Buenos días a tod@s!!! ¿Cómo lleváis el lunes? ¿Con ganas de empezar esta semana? Bueno, hoy queríamos compartir con vosotros unas fotos. Esperemos que os gusten.
El fotógrafo Magnus Wennman es de Estocolmo, pero decidió viajar a
cubrir las oleadas de migrantes sirios que se están llevando a cabo. En
Medio Este se está viviendo una situación crítica y Magnus, como
fotoperiodista, quiso aportar con lo suyo: imágenes. Cada una de las
siguientes fotografías lleva abajo una historia que debe ser conocida.
Los protagonistas son niños pequeños y el título que lleva el libro
recopilatorio es: “Donde los niños duermen”. Es importante compartir
información como esta, muchas familias mueren o pierden la esperanza a
medida que pasa el tiempo.
Amir tiene 20 meses y nació refugiado. Su madre cree que él estuvo traumatizado desde el útero. “Amir nunca ha dicho ni siquiera una palabra”, dice Shahana, de 32. Amir no tiene juguetes dentro de la carpa plástica en la que ahora vive, pero juega con lo que sea que encuentra en el suelo. “Ríe mucho, a pesar de que no hable”, dice su madre.
Shehd
amaba dibujar, pero últimamente sus dibujos contienen siempre lo mismo:
armas. “Ella las ve todo el tiempo, están en todas partes”, explica su
madre mientras la niña duerme en el suelo junto a la frontera de
Hungría. Ahora ella no dibuja nada. La familia no ha podido traer papel
ni lápices con ellos en el viaje. Shehd tampoco juega. El escape
ha forzado a los niños a convertirse en adultos y se preocupan de lo
que ocurre a cada hora y a cada minuto. La familia ha tenido
dificultades para encontrar comida durante su viaje. Algunos días tienen
que comer sólo las manzanas que encuentran junto a los caminos. Si la
familia hubiera sabido lo difícil que sería el viaje, hubieran decidido
arriesgar sus vidas en Siria.
Los juguetes, muñecas, el trencito y la pelota quedaron en Baghdad; Lamar suele hablar de estos objetos cuando le mencionan su casa. Una bomba lo cambió todo. La familia estaba yendo a comprar comida cuando fue dejada caer cerca de su hogar. No fue posible seguir viviendo ahí, dice Sara, la abuela de Lamar. Después de dos intentos de cruzar el mar por Turquía en un pequeño bote de caucho, tuvieron éxito al llegar a una frontera cerrada de Hungría. Ahora Lamar duerme cubierta por una manta en el bosque, asustada, con frío, y triste.
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